Soy incapaz de recordar cuando empezó realmente todo, cuando surgió exactamente la idea, por qué y en qué circunstancias, o qué fue lo que me inspiró. Realmente no puedo recordarlo porque, cuando a penas hube ideado al protagonista, cuando todavía era una fútil sombra de lo que actualmente es, más de la mitad de todo el entorno en el que pronto comenzaría a moverse, ya existía. Escribí mucho sobre muchos personajes, en muchas situaciones y en parajes muy distintos, hasta que un día decidí que iba a reciclarlos todos, todo lo útil de cada tema, para dar forma mágicamente a la tierra que pisaba ese personaje que estaba volviéndose tan nítido ante mis ojos. Son tantas ideas y tanto material desordenadamente apilado, que no sabría ni por donde comenzar a hablar de él.
Sin embargo, si recuerdo algo. Al pensar en todas esas cosas, finalmente vino a mi memoria un texto, muy breve, que podría decirse fue con lo que comencé. Era un texto con protagonistas sin nombre ni procedencia, una de esas cosas que se escriben durante un rato de lucidez y que pronto se desvanece. Y a pesar de todo, ese texto estuvo por algún motivo siempre presente. Poco tiempo después decidí que escribiría una novela, decidí que ya sabía quienes eran sus protagonistas, quien había dicho aquellas palabras, por qué, y con qué fin.
Me pregunté a donde habría ido a parar aquel texto, ya que cuando lo escribí tenía 17 años, y sorprendentemente lo encontré a la primera, perdido en uno de los blogs que tenía por aquel entonces para escribir mis cosas y que, al parecer, aún sigue circulando por la red.
Me emocioné al leerlo de nuevo. Sigue tal como lo recuerdo, incluso me sorprendía al ver que, tras el paso de los años, también conservé el mismo título del texto para toda la obra. Me resulta bonito pensar que todo lo que tengo ahora y todo lo que quiero hacer con lo que tengo, surgió de esto.
« Debería
pedir clemencia ahora que mi vida subyuga entre estas paredes de
alabastro y vuestra afilada hoja. Porque ahora mi carne será
atravesada y la piedad no se conmoverá al escuchar a mi corazón
corrompido; ni la piedad ni el paraíso me esperan después de que
pase esta noche de lobos hambrientos y campesinos huérfanos, y las
trompetas del juicio final esperarán hasta el momento de tocar para
ponerle fin a mi batalla eterna en busca de un camino fácil que no
es, sin embargo, lo que en mis sueños siempre creí correcto. Cuando
la sangre deje de recorrer mis venas y el filo brille al otro lado de
mi cuerpo me aguardarán las ascuas en los ojos de aquellos que
ajusticié a la ligera con mi mano, y cabalgarán sobre mis huesos
hasta astillarlos.
Más recuerda. Mi mente está igual de afilada.
Esta noche, cuando hayas caído rendido por la celebración regresará
mi fantasma del pestilente infierno para presentarse ante ti en
sueños. Te atormentará cada vez que pliegues los párpados con la
visión de las lanzas del averno atravesando mi garganta y los perros
de los errantes comiéndose mis carnes pudriéndose, mientras agonizo
noche tras noche por un solo minuto de sosiego en una eternidad de
calamidades. Mátame ahora y cumple con tu deber, y después
acuérdate de que ante los jueces del más allá mis pavorosos
crímenes de guerra y este asesinato que vas a cometer no se
distinguirán de origen, y serás tan despreciable asesino como yo. »
Cartas desde un campamento guerrero
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